jueves, 13 de junio de 2019

Pensamientos (fragmento)

20 de abril de 1992
Entre todas esas cosas que vienen a la mente, en donde te hacía recordar, que pasaba cada momento y que los días no te hacían perder el tiempo, te atrapaban en cálidos abrazos que te trasladaban a la locura misma, sin restricción, en donde podrías observar a niños jugar durante las noches, escuchar con gusto, gritos que te entregaban un buen juego, que no te hacia pensar en querer envejecer, esos momentos donde escuchabas melodioso el disfrutar de los niños al correr, al perseguirse, las horas podían tan bien avanzar que no te dabas cuenta, menos prestar atención de la hora que fuera, sino más bien hasta el escuchar el gritar de tus padres que te decía que ya era hora de entrarse.

En donde sus pensamientos no iban más allá de la misma inocencia, sin percatarse se besaban al jugar al esconderse, mientras alguien más los buscaba, se atrapaban dos corazones que se llevaba entre besos, tanto que se convirtió en su mejor costumbre, donde solo les causaba sonrisas de esas que son tan sinceras, donde jugaban al compás de la lluvia, sin preocuparse, brincando de charco en charco, robándose sonrisas y emociones que les alteraba el corazón. Esos días donde le convencía sus ideas, donde nada se acaba, donde estaban de más las palabras, donde cada secreto se permanecía en la inocencia de los besos.

Donde lo interesante se establecía entre una mirada de dos personas que su niñez le consumía, donde su destino aún seguía tan precavido, tan bien asegurado, porque solo se tenían entre ellos y nadie más, donde un sincero amor era tan real, donde una carta se reflejaba en textos de amor que eran demasiado para conquistar, donde no tenías que recordar que eso iba a tener fin, porque era un amor tan sincero que se arrebataba en quererse, no solo de noche sino que también de día, eternamente.

Una Princesa que tanto amaba

El brillo de aquella luna, apenas y se lograba percatar, porque el cielo estaba cubierto con la intensidad de aquellas nubes, era una noche tan oscura y opacada, la penumbra se apodero de una historia, coincidiendo en un mismo instante para redactar cada frase, una nueva historia dio inicio, y las horas se fueron alejando hasta persistir y concretar un pensamiento que declaró un punto de partida.

Él simplemente se había enamorado de ella inexplicablemente, de manera sorprendente, él le confesaba que se había enamorado de esa hermosa sonrisa que solo ella tenía, de esa sonrisa que ella tenía tan distintiva, tan única, esa sonrisa que le hizo ver un reflejo tan espectacular que le llenaba de brillo sus ojos, cada vez que veía caminar esa princesa. Sin embargo ella, con su forma de ser siempre le cortaba sus alas, lo hacía bajarse de su nube, él quería solo confesarle cuanto la amaba y que su forma y manera de ser lo tenían completamente loco, tan inexplicable, que él sonreía solo con imaginar el rostro de aquella hermosa chica, de cabello largo, que su mirada tenía algo tan esplendido y singular; el confesaba amor, le decía palabras bellas, frases hermosas, intentaba todo lo que fuera posible por ver en su rostro otra vez dibujada una sonrisa, que lo tenía loco de amor, pero solo era otra historia triste, una sin final feliz, lastimosamente era muy obvio que ella tal vez no le interesaba, le decía cosas lindas por tal de no hacerlo sentir mal, por tal de verlo sonreír también, pero caso contrario no se daba cuenta que le hacía daño; Cada noche antes de ir a dormir, su pensamiento estaba dispuesto para ella, para esa chica, para esa princesa como él decía, como el la imaginaba; extraña sensación porque hasta el imaginaba rosando sus labios con un sutil beso, de manera graciosa eso no ocurría, y él podía hasta sentir el sabor de su boca, sin antes haberla probado, sin antes haber sentido esa sensación fresca de aquellos labios tan lindos y hermosos como solo ella tenía, aquella chica de cabello largo y de ojos claros que hacían enamorar a cualquiera.

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